IDD-Lat 2006

México

 
·  México ha mejorado su puntaje en más del 7%, aunque sin recuperar todavía su mejor valor de la serie que fue el del año 2003. Forma parte del grupo de países con desarrollo democrático medio, sigue estando en el 5º lugar de la tabla e integra el selecto grupo de países que están por encima del promedio de la Región. 
·  El valor alcanzado en la Dimensión II, “Respeto de los Derechos Políticos y las Libertades Civiles”, ha sido levemente mejor que el obtenido en el 2005, pero es la dimensión en la que más urgentemente debe trabajar la democracia mexicana para mejorar, ya que ni siquiera alcanza el promedio de la Región. Los indicadores que conforman la dimensión se han mantenido casi inalterables respecto al año anterior, sólo mejoró levemente el indicador de Género.
·  El valor obtenido en la Dimensión III “Calidad Institucional y Eficiencia Política” ha crecido con respecto al del 2005 y es un valor por encima del promedio de la Región. Este crecimiento fue motorizado por el buen desempeño en Accountability y su mejora en el indicador de  Desestabilización.
·  Dentro de la Dimensión IV de Poder Efectivo para Gobernar, las subdimensiones que la componen tuvieron comportamientos contrarios. En lo económico México ha crecido fundamentalmente por el mayor valor del PIB per cápita y su mejora en el indicador de Endeudamiento, aún cuando haya empeorado levemente el de Inversión. Sin embargo, en lo social el desempeño no ha sido tan bueno y se evidencia en los indicadores de Desempleo Urbano, Hogares bajo la línea de la Pobreza y Matriculación Secundaria. Sin embargo, no sucede lo mismo en Eficiencia en Salud, donde ambos indicadores -Mortalidad infantil y Gasto Público en Salud- han crecido sustancialmente respecto al año anterior.
 
MEMORIA DEMOCRATICA
MEXICO
Los acontecimientos políticos de México en 2005 estuvieron fundamentalmente regidos por las elecciones presidenciales y parlamentarias del próximo 2 de julio de 2006. Ya sea el episodio del malogrado desafuero en contra del entonces Jefe de Gobierno del Distrito Federal y ahora candidato presidencial del izquierdista Partido de la Revolución Democrática (PRD), Andrés Manuel López Obrador, o las rencillas internas del Partido Revolucionario Institucional (PRI), pasando por la salida del Secretario de Gobernación, Santiago Creel (del oficialista Partido Acción Nacional, PAN), en junio pasado, una gran parte del quehacer nacional respondió a la próxima contienda.
Hoy en día, las preferencias electorales de los tres candidatos de los tres mayores partidos corren parejas. Aunque López Obrador (“Alianza por el Bien de Todos”, PRD-PT-CD) conserva desde hace más de un año la delantera con entre 5 y 10 puntos de diferencia, Roberto Madrazo (“Alianza por México”, PRI-PVEM) y Felipe Calderón (PAN) no están muy lejos con alrededor del 25% de las preferencias electorales cada uno. Nunca en la historia de México, un proceso electoral presidencial ha empezado con preferencias tan divididas. Los otros dos partidos que presentan candidatos son Alternativa Socialdemócrata y Campesina (PASC, con Patricia Mercado como candidata) y Nueva Alianza (Panal, que abandera a Roberto Campa Cifrián).
Se produjo una creciente polarización de la opinión pública a partir del enfrentamiento entre el Presidente Fox y el Jefe de Gobierno de la Ciudad de México. Y se explica por muchos factores: son los dos cargos políticos de mayor visibilidad y se encuentran, Fox y López Obrador, en polos opuestos del espectro político; en algunos temas básicos sus ideas son irreconciliables: en particular, en los proyectos de reforma energética, fiscal y del sistema de pensiones; tienen además un estilo similar: muy personal, desenfadado, de mucho atractivo mediático; ambos han tratado de aprovechar la polarización, recrear el clima de la “gran confrontación” del año 2000, identificando a su adversario con el pasado priísta –el PRI populista, de los setenta, o el PRI liberal, de los ochenta–; finalmente, no hay que desechar una importante dosis de animadversión y antipatía puramente personal.
El gobierno de Andrés Manuel López Obrador en la Ciudad de México no ha sido espectacular ni muy distinto de los anteriores, ni para bien ni para mal. Lo más notable de su administración: la construcción de un aparatoso paso a desnivel, un extenso puente de varios kilómetros como segundo piso de la principal vía rápida de la ciudad; una pensión general para las personas mayores de 65 años. Su mayor problema: la inseguridad pública, el crecimiento de la delincuencia y la ineficacia y corrupción de los cuerpos de policía.
En la práctica, su política es muy similar a la del viejo PRI. Mediante diversas concesiones y un uso clientelista de los recursos públicos ha consolidado el apoyo de una extensa red de vendedores ambulantes, taxistas irregulares, grupos de colonos y organizaciones vecinales; para financiar el gasto ha aumentado la deuda de la ciudad en un 15% o 20% por ciento; ha privilegiado a algunos grupos de empresarios mediante la asignación directa de contratos públicos y promueve su imagen con un abultado presupuesto de publicidad, distribuido discrecionalmente. Mantiene una muy buena relación con la iglesia católica, a la que ofrece trato de favor. Como protección, el PRD ha usado su mayoría en el congreso local para dificultar o impedir el acceso a la información del gobierno. Sus críticos insisten airadamente en la arbitrariedad de las decisiones y el manejo irresponsable del gasto: no obstante, en términos generales ha sido una política eficaz para consolidar el voto del PRD y construir la imagen nacional de López Obrador que es, sin duda, el político mejor valorado en las encuestas.
Lo más llamativo del Jefe de Gobierno es su estilo personal. Es hábil y enérgico para maniobrar en la política burocrática, no tiene muchos reparos para arreglar alianzas, pero sobre todo se maneja bien en los medios de comunicación.
México, por lo antes mencionado, se vio enfrentado, gracias a una efervescencia política sin par, a una inexistencia de guía en el mando principal. Víctima de una sucesión adelantada, tanto o más que la que él mismo encabezó en su momento, el presidente Fox se vio imposibilitado en la práctica, para efectuar los cambios que durante todo el sexenio ha argüido como necesarios para lograr el cambio y tener un buen gobierno.
Las estructuras de poder se vieron enfrentadas, los partidos libraron en el Congreso de la Unión una campaña casi sistemática de bloqueo a las iniciativas presentadas por los bandos rivales, se negociaba en lo oscuro para obtener la mínima gobernabilidad necesaria y se olvidaban de lo más importante, para lo que se supone que fueron elegidos: el bien común.
Un dato político del 2005 fue el regreso del PRI a la arena política. El 3 de julio, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) ganó las gobernaciones de los estados de México y de Nayarit por un margen aplastante. Se trató de las últimas elecciones importantes antes de las elecciones presidenciales de julio del 2006. En el estado de México el gobernador electo del PRI, Enrique Peña Nieto, obtuvo un 48% de los votos en una elección que contó con apenas un 40% de participación electoral. Los candidatos del Partido Acción Nacional (PAN), y el del Partido de la Revolución Democrática (PRD), obtuvieron alrededor del 24% cada uno. El PRI estaba gobernando 18 de los 31 estados de México y más de 1500 de las 2400 ciudades del país. Aunque es cierto que el PRI enfrenta una batalla cuesta arriba para ganar la presidencia en 2006.
Chiapas se mantuvo en 2005 como un foco rojo en la política nacional. Hasta el momento se desconocen las posturas de los candidatos presidenciales al respecto. El propio subcomandante Marcos entró a escena a finales del año lanzando “la otra campaña”, una iniciativa que aún no revela con claridad todos sus objetivos (¿Un llamado al abstencionismo? ¿Un movimiento para apoyar o quitarle su apoyo a alguno de los candidatos de los partidos formalmente inscritos?).
En el frente exterior, la derrota del Secretario de Relaciones Exteriores, Luis Ernesto Derbez, en la carrera por la Secretaría General de la OEA o las recientes tensiones con Venezuela son un reflejo de las dificultades encontradas por México en la redefinición de su política exterior.
La economía mexicana redujo su tasa de crecimiento del 4,2% en el 2004 al 3% en el 2005, lo que supuso un aumento del PIB por habitante del 1,6%. La inflación y las tasas de interés se mantuvieron estables y con tendencia a la baja, lo que contribuyó a la disminución del riesgo país. Las exportaciones se desaceleraron pese al repunte de los ingresos petroleros causado por los altos precios internacionales.
A pesar del dinámico crecimiento de la economía estadounidense, perdió impulso la demanda de manufacturas mexicanas desde ese país debido a la creciente absorción de productos asiáticos. En particular, China sustituyó a México como el segundo exportador a los Estados Unidos después de Canadá. Como también disminuyó la tasa de expansión de las exportaciones, el déficit en la cuenta corriente fue similar al del 2004 (1,2% del PIB).
El consumo se desaceleró, aun cuando el crédito al consumo mantuvo una expansión significativa. La formación de capital se elevó por segundo año, después de un trienio de descensos consecutivos, combinando mayores inversiones en maquinaria y equipo y un menor dinamismo de la construcción, aunque continúa en ascenso el crédito a la vivienda. El crecimiento económico del 2004 y 2005 fomentó la ocupación, mientras las remuneraciones reales se mantuvieron invariables.
En el verano del 2005, el Comité Técnico para la Medición de la Pobreza presentó sus resultados para el periodo comprendido entre 2002 y 2004. En las tres líneas definidas por este grupo de expertos se registraron avances: la pobreza alimentaria (extrema) pasó del 20.3% de la población al 17.3%, la pobreza de capacidades de 27.4% a 24.6% y la pobreza de patrimonio (moderada) de 50.6% a 47%. En mayo del presente año, se esperan los resultados del conteo de población realizado por el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI).
En el frente social, el gobierno del Presidente Vicente Fox se encuentra en la recta final de su mandato. Los miembros de su Gabinete de Desarrollo Humano se concentrarán en cuatro prioridades definidas para este año 2006:
1) Combate a la pobreza extrema. Reducir la pobreza alimentaria en un 12% adicional.
2) Vivienda. Acumular 3 millones de viviendas nuevas a fin del sexenio.
3) Salud. Cubrir con el Seguro Popular a 5 millones de familias.
4) Educación. Instalar en todas las primarias del país, en los grados quinto y sexto, el programa Enciclomedia (equipamiento con pizarrones electrónicos).
Durante 2005, el único programa nuevo en el ámbito de la política social fue el de adultos mayores de la Secretaría de Desarrollo Social. Las transferencias monetarias a este sector de la población (inició con unos 100,000 beneficiarios en áreas rurales) se realizaron a través del programa Oportunidades. Otros programas sociales ampliaron su cobertura o los beneficios ofrecidos. El avance más espectacular fue el del Seguro Popular, coordinado desde la Secretaría de Salud, que duplicó su cobertura en un año hasta las 3.5 millones de familias a finales de 2005.
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