IDD-Lat 2016 |
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Brasil |
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1. Brasil rompe su ritmo ascendente, iniciado en el 2015, y presenta una caÃda con respecto al Ãndice de desarrollo democrático del año anterior cercana al 41 % (gráfico 3.11); lo que produce que modifique su posición en el ranking del noveno al decimocuarto lugar. Este resultado lo sitúa en una franja de puntaje que lo identifica como paÃs con mÃnimo desarrollo democrático, situación en la cual no habÃa estado nunca en el IDD-Lat. Obviamente no alcanza el promedio regional. Este resultado se debe al retroceso en todas las dimensiones, más fuertemente en la democracia económica. En ninguna dimensión logra superar el promedio regional, salvo en aquella que mide la gestión en desarrollo social, que lo ubica en el conjunto de paÃses con desarrollo democrático medio. Por otro lado, Brasil, dentro de la región que llamamos megapaÃses, destaca este año con una puntuación muy por debajo de la obtenida por México. Aunque siempre estuvo por debajo, entre 2004 y 2013 el paÃs habÃa tenido una curva ascendente que lo llevó ese año a superar a México por única vez al tiempo que pasaba la barrera de los 5,000 puntos; sin embargo, desde 2014 presenta una brusca caÃda que lo vuelve alejar del paÃs del norte.
2. En la dimensión I, respeto de los derechos polÃticos y civiles,democracia de los ciudadanos, el paÃs no logra continuar con el despegue de la zona de baja puntuación, ya que se aleja del valor obtenido en el 2015, que habÃa sido el mejor de la serie desde 2002 (gráfico 3.12). Se sitúa por debajo de los 5,000 puntos y el descenso con respecto al 2015 es de más del 10 %. Su caÃda en puntaje no se traduce en una alteración de su ubicación en el ordenamiento regional, ya que consigue mantenerse en el décimo lugar. El retroceso es consecuencia de peores resultados en el indicador género en el Gobierno y que el resto de las variables se haya mantenido en los mismos valores que el año anterior, sin mostrar avances en esta dimensión del desarrollo democrático. Solo dos veces logró Brasil superar el promedio regional de esta dimensión, en 2014 y 2015. La peor puntuación de Brasil en esta dimensión fue obtenida en el 2002 con 3,791 puntos y la mejor, como mencionamos, es la del 2015 con 5,637 puntos.
3. El desempeño de la dimensión II, calidad institucional y eficiencia polÃtica, democracia de las instituciones, ha sido negativo respecto al del año anterior (gráfico 3.13), con un descenso de un 36 %. Registra 1,615 puntos, ubicándose en el grupo de desarrollo mÃnimo, junto a Paraguay, Nicaragua, Argentina, Guatemala y Venezuela. Como consecuencia del descenso, empeora su ubicación en el ranking regional, pasando a la 17ª posición, perdiendo un lugar con respecto al 2015. Su peor puntuación es resultado de registros más bajos en casi todos los indicadores, especialmente en participación de los partidos polÃticos en el Poder Legislativo y en accountability legal y además porque es castigado por el factor de anormalidad democrática, fruto de la crisis institucional generada tras el pedido de juicio polÃtico a la presidente Dilma Rousseff.
Brasil obtiene puntajes de mÃnimo desarrollo democrático entre los 18 paÃses que medimos en el IDD-Lat, en participación de los partidos polÃticos en el Poder Legislativo, en accountability y en desestabilización de la democracia. En esta dimensión solamente en 2003 logró superar el promedio regional. Esta es la peor puntuación obtenida desde el 2002 a la fecha -y la mejor fue la recibida en el 2003, con 5,083 puntos. 4. También en la dimensión III,la que muestra los resultados de la democracia social,Brasil presenta una puntuación inferior a la obtenida en el 2015 (gráfico 3.14). La puntuación de este año refleja un descenso del 7 % respecto del año anterior. Recordemos que el peor valor de la serie fue el obtenido en el año 2006 con -0,200 puntos. Sin embargo, se mantiene por encima del promedio regional y continúa integrando el grupo de desarrollo democrático medio. A pesar de su peor puntuación, Brasil mejora su ubicación en el ordenamiento regional, fruto de la baja del valor promedio regional de esta dimensión y del fuerte descenso de Costa Rica. El peor desempeño en las variables de mortalidad infantil, en desempleo y población bajo la lÃnea de la pobreza es lo que motoriza el descenso del puntaje de Brasil en esta dimensión. El resto de los indicadores tiene un leve crecimiento, que no logra compensar las caÃdas mencionadas. Dentro de la categorÃa de los megapaÃses, la puntuación de Brasil continúa siendo más elevada que la recibida por México en esta dimensión.
5. La dimensión económica es de las cuatro dimensiones, la que más ha caÃdo respecto del año anterior: su puntuación cambia el signo de positivo a negativo (gráfico 3.14) y cae fuertemente por debajo del promedio regional. En el ranking regional pasa del noveno al 16º lugar y obtiene su puntuación más baja de toda la serie 2002-2016. Brasil es uno de los ocho paÃses que no logra superar el promedio regional en esta dimensión. HabÃa tenido un perÃodo de siete años sin interrupción en el que habÃa superado el promedio regional, pero ya en 2014 habÃa caÃdo por debajo. En 2015 habÃa tenido una recuperación ubicándose por encima de ese valor de referencia; pero en esta ocasión nuevamente cae por debajo del valor promedio. A contramano de lo que sucede con la dimensión social, en desarrollo económico el otro megapaÃs de la región, México, obtuvo una mejor puntuación que lo ubica como un paÃs desarrollo económico medio, mientras que Brasil presenta un resultado de bajo desarrollo democrático. El peor resultado en democracia económica es producto de los retrocesos en brecha de ingreso y endeudamiento. El resto de los indicadores presentan mejoras, fundamentalmente la variable de inversión. Brasil obtiene la peor puntuación de la región en el indicador de endeudamiento, lo que tiene un impacto importante en su caÃda interanual. Conclusiones- Brasil presenta una caÃda con respecto al año anterior, cercana al 42 %. - Este resultado lo identifica como paÃs con mÃnimo desarrollo democrático. Por primera vez clasifica con este nivel de desarrollo. No logra alcanzar el promedio regional. - Empeoran todas las dimensiones, más fuertemente la democracia económica. - En democracia de los ciudadanos disminuye su puntaje en un 12 %. - En democracia de las instituciones el desempeño ha sido negativo respecto al del año anterior y califica como una democracia con mÃnimo desarrollo. Brasil obtiene uno de los peores puntajes, junto con Venezuela. Recibe la peor puntuación de la región en el indicador participación de los partidos polÃticos en el Poder Legislativo. No logra alcanzar el promedio regional. - En democracia social, Brasil supera el promedio regional, pese a manifestar un retroceso del orden del 7 %. Califica como una democracia de desarrollo democrático medio. Ocupa la sexta posición. - La dimensión económica es la que más ha descendido. Se sitúa por debajo del promedio regional. Ocupa el 16º lugar del ranking. Brasil califica con bajo desarrollo democrático y obtiene la mejor puntuación de la región en el indicador de endeudamiento. El año de la tormenta perfectaHumberto Dantas[34] IntroducciónBrasil estuvo marcado en 2015 por una sucesión de hechos que desencadenaron una fuerte inestabilidad polÃtica, económica, jurÃdica y social. Para muchos, el paÃs ha enfrentado, y aún lo hará por años, una tÃpica tormenta perfecta. PolÃticamente, los principales problemas empezaron, de forma más aguda, con la derrota del candidato del Poder Ejecutivo en las elecciones a la presidencia de la Cámara de Diputados. A partir de allÃ, con el resultado de la pérdida del control de la agenda parlamentaria, pudo verse una serie de tensiones entre el Gobierno que tomó posesión el 1.º de enero y el Legislativo, que desembocó en el inicio de un proceso de impeachment contra la presidenta, recibido en diciembre. La distancia entre Ejecutivo y LegislativoTradicionalmente, la polÃtica en Brasil ha sido analizada con base en dos agentes que protagonizan las acciones centrales en el paÃs: el Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo. Este último es percibido claramente como la principal arena en donde actúan los partidos polÃticos. Como resultado de las elecciones de 2014, además del mantenimiento de la presidenta Dilma Rousseff (PT), en febrero de 2015 los 513 diputados federales y un tercio del Senado tomaron posesión. En la Cámara de Diputados, un número récord de 28 lemas ocuparon lugares y el paÃs pasó a tener el Parlamento más fragmentado del mundo, si se consideran los partidos comprendidos como efectivos. En total, esto resultó en 13 agrupaciones; el partido más votado, el PT, obtuvo solamente el 13,4 % de los lugares. Los dos partidos que empezaron el año dividiendo el gobierno federal -PT y PMDB- sumaban 134 parlamentarios (26,1 %), muy diferentes, por ejemplo, a los 204 electos (39,8 %) por el PSDB y el PFL (actualmente DEM) en 1998, en el segundo perÃodo de Fernando Henrique Cardoso (PSDB). A pesar de las dificultades, es posible decir que, teóricamente, bajo la lógica centrÃpeta del Poder Ejecutivo en Brasil serÃa posible atraer fuerzas partidarias al Gobierno y componer las mayorÃas necesarias para garantizar la tradicional gobernabilidad -se volvió una convención llamarla presidencialismo de coalición-. El problema es que el Gobierno no tuvo habilidad suficiente para estas negociaciones y empezó a enfrentar problemas agudos para aprobar pautas esenciales en el Congreso Nacional, especialmente respecto al universo económico. En ese ámbito, ya desde noviembre de 2014 pudo notarse una inmensa distancia entre las promesas de campaña electoral de Dilma Rousseff y la realidad vivida por el paÃs. Con un equipo económico preocupado en hacer un ajuste fiscal urgente y significativo, el Gobierno enfrentó su incapacidad de construir mayorÃas legislativas e incluso creer en las necesidades reales de estos ajustes. De este modo, el 1.º de febrero de 2015 traerÃa la más expresiva y desestabilizadora derrota del Ejecutivo. Mientras insistÃa en tener un candidato propio del PT a la presidencia de la Cámara de Diputados, Dilma era testigo de la ascensión de un candidato de su principal socio en el poder: el PMDB. Eduardo Cunha (PMDB-RJ) fue electo con 267 votos, contra 136 de Arlindo Chinaglia (PT-SP), 100 votos de Júlio Delgado (PSB-MG) y ocho votos de Chico Alencar (PSOL-RJ). El nuevo presidente electo en el Parlamento hizo articulaciones mucho más allá del PMDB, actuando en un juego tradicional y nocivo que le trajo gran parte de los recursos tradicionalmente utilizados por el Ejecutivo. Desde entonces, lo que se vio fue un protagonismo del Legislativo pocas veces observado en la historia del paÃs, y un alejamiento cada vez mayor del Ejecutivo. En medio a las turbulencias polÃticas, por ejemplo, la presidenta insistió en la necesidad de una reforma polÃtica. Recibió como respuesta de Eduardo Cunha la ponderación de que dicha medida la tomarÃa el propio Parlamento, a través de enmiendas constitucionales que no pasan por ninguna interferencia directa del Poder Ejecutivo en su proceso de tramitación y aprobación. Efectivamente, algunas medidas de impacto para las elecciones de 2016 fueron aprobadas, en una agenda que se hizo a las apuradas y con la potencialidad de crear inestabilidades expresivas para futuras elecciones. Los choques no fueron más intensos porque, a lo largo de 2015, el Ejecutivo aún tenÃa en el Senado un aliado capaz de contener los avances más expresivos de la Cámara. La reelección de Renan Calheiros (PMDB-AL), más afÃn a Dilma, contribuyó a mitigar la fuerza de Cunha. Además, Eduardo Cunha, de carácter más conservador y alineado a movimientos simpatizantes de una agenda asociada a los valores de las iglesias evangélicas, a los defensores de una agenda más violenta en el campo de seguridad pública y a posiciones empresariales más amplias, trajo a flote un conjunto de discusiones que el gobierno de PT trató de evitar a lo largo de los últimos años. Temáticas como la reducción de la mayorÃa de edad penal, facilitar la compra de armas, obstáculos para el aborto en caso de violación, la responsabilidad del Parlamento en la demarcación de tierras indÃgenas, el mantenimiento de empresas como donantes de recursos para campañas electorales y la oferta de centenas de beneficios a empleados públicos y categorÃas profesionales que ampliarÃan aún más el abismo en las cuentas públicas son ejemplos de temas indigestos discutidos a lo largo del 2015 en el Congreso brasileño, muchos de ellos aún en trámite al finalizar el año. Ante este escenario, el Legislativo actuó intensamente en el primer semestre. Por ejemplo, entre febrero e inicios de julio se realizaron 122 votaciones nominales en el plenario de la Cámara, con un promedio de adhesión a los intereses del lÃder del gobierno de 62 % de todos los diputados federales. En 2011, por ejemplo -primer semestre del primer perÃodo de Dilma-, se hicieron 34 votaciones con 75 % de adhesión, mientras que Lula presentó cifras para sus primeros seis meses de 78 % de adhesión en 74 votaciones en 2007, y 80 % en 33 votaciones en el 2003. Dos nuevos agentes en el análisis polÃticoMás allá de las dificultades que se encuentran en el ámbito de lo que se volvió común llamar la tradicional forma de analizar la polÃtica en Brasil, dos nuevos agentes cobraron fuerza relevante en el escenario, algo que ya se venÃa observando entre el 2013 y el 2014. Entonces, más allá de los dos players convencionales (Ejecutivo y Legislativo), la justicia y sectores de la sociedad ganaron un importante peso. En marzo, manifestando una insatisfacción agudizada, con una distancia abisal entre el escenario de la campaña de 2014 y la realidad, sobre todo en el campo económico y el avance de escándalos de corrupción, miles de personas salieron a las calles. Estimaciones de diferentes fuentes contabilizan entre 1,4 y 3 millones de manifestantes en más de 150 ciudades. Integrantes del Gobierno reaccionaron de diferentes formas a estos movimientos, destacando el carácter democrático de las acciones, pero también quitándoles transcendencia por el hecho de que sondeos mostraban que quienes estaban en las calles eran principalmente electores del opositor PSDB, y que ellos representaban una elite distante de los intereses de los pobres defendidos por el PT. Con intensidad inferior, pero en número más expresivo de ciudades, en abril ocurrieron manifestaciones nuevamente, y también en agosto y diciembre. Esta vez, la Presidencia evitó comentarios más crÃticos y cambió el tono de su comunicación. A lo largo del año, Dilma Rousseff también se dio cuenta de que ya no era posible acudir a los tradicionales pronunciamientos en red nacional de radio y televisión usados en su primer mandato. Desde marzo, cuando salió al aire en el tradicional discurso por el DÃa Internacional de la Mujer, empezó a sufrir de forma más intensa las manifestaciones conocidas como cacerolazos -el gesto de golpear ollas arrimándose a ventanas y prender y apagar las luces de los hogares en señal de protesta. El clima de desaprobación al Gobierno, según las encuestas, se profundizó a lo largo de todo el año 2015. Si en el primer mandato los Ãndices de muy bueno o bueno sobrepasaban los 60 puntos porcentuales entre abril de 2012 y marzo de 2013, sin que nunca se registrara una desaprobación superior a la aprobación, el escenario cambió radicalmente en el segundo perÃodo. Según los resultados del Instituto Datafolha, después de presentar 42 % de evaluaciones positivas y 24 % negativas en diciembre de 2014, en febrero de 2015 la encuesta ya mostraba 44 % de opiniones negativas (malo o muy malo) y 23 % de opiniones positivas (bueno o muy bueno), y el panorama se deterioraba aún más a mediados de marzo, cuando el ambiente desfavorable a la presidenta alcanzó 62 % y no fue inferior a los 60 puntos en los siguientes cinco sondeos hasta el final del 2015, con un máximo de 71 % en agosto. Tuvieron peso relevante para dicha realidad las duras crÃticas de la prensa. El presidente nacional del PT, Rui Falcão, diputado estadual en San Pablo, llegó al fin de año acusando, de forma contestable, al «sistema de medios monopolizado» y parte del aparato del Estado «capturado por la derecha», como los responsables principales por criminalizar al Gobierno y, consecuentemente, perjudicar su imagen. En ese sentido, es relevante comprender el rol de la justicia como el segundo agente estratégico más allá de la tradicional mirada sobre las relaciones entre Legislativo y Ejecutivo. La operación Lavado Rápido (Lava Jato), iniciada en 2014 y realizada conjuntamente por el Poder Judicial Federal, el Ministerio Público Federal y la PolicÃa Federal, alcanzó sus etapas más agudas. La octava de estas, realizada en enero de 2015, arrestó a Nestor Cerveró, exdirector de Petrobras, acusado de corrupción. A lo largo del año, empresarios de la más alta cumbre de las mayores constructoras del paÃs -y, algunas, del mundo- también fueron presos. Ejecutivos y propietarios de empresas como Camargo Corrêa, Andrade Gutierrez, Odebrecht, entre otros, fueron involucrados en los escándalos. En la mayorÃa de los casos se encontró una relación absolutamente directa entre obras públicas sobrefacturadas, envÃo ilÃcito de recursos al exterior y utilización de parte de estos montos para que empresas pudieran hacer traspasos supuestamente legales para campañas electorales. Personajes vinculados al Gobierno federal, empleados públicos nominados por diferentes partidos -principalmente PP, PMDB y PT- y polÃticos fueron detenidos. Entre ellos, tres ex diputados federales presos en abril: André Vargas (ex-PT), Luiz Argôlo (ex-PP y SD) y Pedro Corrêa (ex-PP). Más adelante, miembros del directorio del PT fueron relacionados, entre ellos, un extesorero, asà como el exministro, ex presidente nacional del lema y ex diputado federal José Dirceu (PT-SP), condenado en 2012 por el escándalo conocido como Mensalão. Ya a fines de noviembre, el año se cerrarÃa con la prisión preventiva de José Carlos Bumlai, conocido como amigo del expresidente Lula, y con la detención del lÃder del gobierno en el Senado, DelcÃdio do Amaral (PT-MS), en pleno ejercicio del mandato, por crimen comprobado en una grabación en la que planificaba la fuga de Cerveró del paÃs. Desde estos hechos, se encendió un debate relevante en Brasil, asociado a un protagonismo activo y persistente de la justicia. Analistas trataron de comprender si estas acciones estaban asociadas a una lógica de consolidación del Poder Judicial en el combate a la corrupción, sobre todo en el ámbito polÃtico-partidario y entre grandes empresarios, o si por detrás de todo ese protagonismo habÃa lo que algunos polÃticos, especialmente del Gobierno, acusaban de tratarse de un golpe. El hecho es que el año terminó sin una respuesta absolutamente definitiva para tal pregunta. La sociedad pasó a preguntarse en qué momento los polÃticos en ejercicio de su mandato serÃan detenidos, en una larga lista disponible en los tribunales, y cobró fuerza la crÃtica sobre el fuero de que gozaban algunos de estos personajes en ejercicio de mandato. Informes de relaciones de polÃticos de partidos, incluso de la oposición, empezaron a circular por la prensa. La filtración de informaciones se volvió común en el dÃa a dÃa del noticiero brasileño. Y el clima de efervescencia se hizo más denso. Las encuestas de opinión pública sobre las instituciones formales de la democracia, difundidas por el Instituto Ibope, registraron los más bajos Ãndices de confianza de los ciudadanos desde 2009 y el alejamiento respecto a organizaciones como los partidos, el Gobierno federal y el Congreso Nacional, por ejemplo. En medio de todos los escándalos también fueron remitidas a la más alta cumbre del Poder Judicial, el Supremo Tribunal Federal, acusaciones en contra de polÃticos que actuaban fuertemente en el campo de la oposición. Como gesto más emblemático, Eduardo Cunha entró en supuesta contradicción al declarar, en una comisión de investigación en el Congreso Nacional abierta para investigar temáticas relacionadas con la operación Lava Jato, que no poseÃa recursos en cuentas del exterior del paÃs. Cuando se descubrió que era propietario de recursos en offshores dijo que no era necesario declarar este tipo de negocio en el paÃs. Su nombre fue llevado al Consejo de Ãtica en la Cámara de Diputados. Y, de forma nÃtida, en defensa propia, el presidente empezó a utilizar mecanismos institucionales de los más cuestionables para defenderse. Cunha afirmó, en julio, que se alineaba con la oposición. Para zafar de la casación, antes, intentó un acuerdo con el PT, en el que intercambiaba votos del partido de la presidenta Dilma a su favor por la promesa de no aceptar un proceso de impeachment. El PT no aceptó el acuerdo. El clima entre Cunha y Dilma se desgastó de forma expresiva, asà como entre el PT y el PMDB del vicepresidente Michel Temer. Con evidentes dificultades de articulación polÃtica y después de intentar revertir el escenario a través de un acercamiento frustrado con partidos de su propia base, en octubre la presidenta anunció lo que llamó reforma administrativa. Convocó a la prensa para hablar sobre la disminución del número de ministerios -de 38 a 30-, una reducción en el total de cargos de confianza y un recorte de 10 % en su propio sueldo. Con eso, redujo el espacio del PT en el Gobierno y, proporcionalmente, dio más ministerios al PMDB. No valió de nada: Michel Temer envió a fin de año una carta a Dilma, que se volverÃa pública, en la que hablaba de una absoluta negligencia con su posición en el poder. El gesto ocurrirÃa menos de una semana después de que Eduardo Cunha, el 2 de diciembre, aceptara el pedido de impeachment contra la presidenta en la Cámara, teniendo como objeto central una acción impulsada por abogados de San Pablo en la que se acusaba a Dilma de utilizar dinero de bancos públicos para el pago de beneficios de polÃticas públicas sociales. Brasil cerrarÃa su año polÃtico dando inicio al segundo proceso de destitución de un presidente en menos de 25 años. El paÃs notarÃa el desgaste generado por la ausencia de relaciones entre Ejecutivo y Legislativo, se darÃa cuenta del precio pagado por el no alineamiento de la presidencia de la República con el comando de la Cámara de Diputados. El momento económicoPara muchos, todo este universo vinculado a las difÃciles relaciones vividas en la tradicional polÃtica Legislativo versus Ejecutivo, al activismo de la justicia y al protagonismo social se intensificó por el delicado momento económico de Brasil. Iniciado de forma más aguda y perceptible en 2014, el desgaste de la economÃa se profundizó, teniendo en cuenta el hecho de que, aun después de nombrar un ministro de EconomÃa que pasó todo el año esforzándose por un ajuste fiscal, no pudo alcanzar el respaldo polÃtico necesario. Joaquim Levy salió del ministerio a fin de año bajo el nÃtido sentimiento de que sufrió boicot, incluso de colegas de gobierno. El PT mismo no aceptó la agenda de achiques y recortes en gastos públicos y derechos laborales, e hizo declaraciones en contra del ministro de su propia presidenta. Brasil fue rebajado por las principales agencias de rating, entró en recesión, vio aumentar el desempleo, redujo el acceso a determinados derechos laborales, disminuyó programas sociales (especialmente en el área de la educación), pasó por una fuerte pérdida del valor de su moneda, no llegó al reequilibrio de sus cuentas, aprobó a las apuradas una autorización para reconocer un hondo déficit en el balance contable de 2015, registró un abismo en la relación entre retiros y depósitos en ahorros, y subió impuestos en los combustibles, el crédito y las importaciones. Además, enfrentó una de las más avasallantes sequÃas de su historia reciente, lo que volvió más cara la energÃa eléctrica y perjudicó la distribución de agua en distintas regiones. Fue, sin duda ninguna, uno de los años más complejos de la historia del paÃs. |
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