IDD-Lat 2012 |
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Brasil |
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Brasil presenta una leve mejora con respecto al Índice de Desarrollo Democrático del año anterior, cercana al 2% (Grafico 3.11); pero esa mejora no alcanza para modificar su posición en el ranking, donde se mantiene ocupando el 8º lugar, aunque se acerca al mejor valor de la serie, que había obtenido en 2003. Esta leve mejora en el desempeño se debe a la compensación que se produjo entre el crecimiento alcanzado en la Dimensión III, su mantenimiento en la Dimensión IV y un leve descenso de la Dimensión II. El índice alcanzado de 4,907 puntos se encuentra nuevamente un poco por debajo del promedio regional. Sin embargo, Brasil aún sigue integrando el bloque de países de desarrollo democrático medio. La presidente Dilma Rousseff terminó el 2011 con un 72% de aprobación popular a su gestión, la mayor obtenida por un mandatario brasileño en sus primeros 12 meses de mandato. La aprobación ciudadana a la tarea presidencial, de acuerdo a la visión de los analistas, obedece al cumplimiento de buena parte de sus promesas de campaña, pero también ese resultado es un reconocimiento su capacidad para sortear una serie de obstáculos político-institucionales consolidando la mayoría parlamentaria, logrando una buena convivencia tanto entre los gobiernos estaduales y el federal, así como también entre los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial. El tránsito de su primer año de gobierno no estuvo libre de dificultades. Supo conducir y manejar situaciones complicadas, entre ellas, la catástrofe natural sufrida por el país, que ocurriera a escasos diez días de recibir la banda presidencial de Luiz Inácio Lula Da Silva. Los deslaves provocados por intensas lluvias dejaron más de 900 muertos y numerosos desaparecidos en la Región Serrana de Río de Janeiro. En la Dimensión II, Respeto de los Derechos Políticos y Civiles, el país no logra despegar de la zona de baja puntuación y se ubica en toda la serie 2002-2012 en una meseta cercana a los 4 puntos (Gráfico 3.12). Este año vuelve a descender, rompiendo la leve curva de mejora que había iniciado en el período 2010-2011. A pesar de ello ha mantenido su ubicación en el ranking, ocupando nuevamente el 9º lugar. Brasil presenta mejoras en los indicadores de Condicionamiento de la libertad por Inseguridad y Género, pero el valor obtenido en estas variables es aún muy bajo comparativamente con otros países de la región. El resto de los indicadores se ha mantenido estable, salvo el indicador que mide los Derechos Políticos. En esta dimensión, el país sigue sin alcanzar el promedio de la Región.
Los abusos en las cárceles y la violencia continúan siendo déficits pronunciados de la democracia brasileña. Las condiciones abusivas hacia los detenidos en las cárceles del país o en custodia policial y los períodos prolongados de detención en ausencia de juicio, dan cuenta de esta situación. Pese a que la Constitución prohíbe el trato inhumano, cruel y degradante y contempla penas a quienes recurren a él, la tortura y trato cruel, por parte de la Policía y guardias en las prisiones, persiste. Se suma al preocupante esquema de violencia de delincuentes y de las fuerzas de seguridad, el grave problema de violencia hacia los más débiles. En efecto, otro de los problemas es la continuidad de las violaciones y discriminación contra la mujer, niños y adolescentes, discriminación de afrobrasileños, gays, lesbianas e indígenas El desempeño de la Dimensión III, Calidad Institucional y Eficiencia Política, ha sido positivo respecto al del año anterior (Gráfico 3.13), con una mejora de un 10,5%. De todos modos, ese incremento no le alcana para mejorar su ubicación en el ranking regional, ya que se mantiene en el 12º lugar, el mismo que ocupaba el año anterior. El país mantiene un pobre desempeño en todos los indicadores que conforman la dimensión, pero su peor comportamiento se observa en los puntajes obtenidos en el Índice de Percepción de la Corrupción y en Desestabilización de la Democracia. El valor de la dimensión se mantiene alejado del promedio regional, como en casi todos los años de la serie.
En ese marco, la corrupción acechó el primer año de presidencia de Dilma Rousseff. Esa es la visión que se extrae de distintos sectores políticos de Brasil y de expertos internacionales, quienes coinciden en que los intentos de la Presidente por construir nuevas fortalezas para sostener su incipiente administración, a la que muchos han denominado “la continuidad de Lula”, se empezaron a desmoronar, sin dar espera. Cinco de sus seis ministros que dimitieron (Casa Civil, Transportes, Agricultura, Turismo y Deportes), lo hicieron alcanzados por casos de corrupción (excepto el ministro del Ejército que dimitió por haber criticado a dos ministras de confianza de la Presidente. También se alejó de la coalición de gobierno el Partido de la República (PR) cuyo presidente, Alfredo Nascimento, es uno de los ministros renunciantes. Un tema particularmente delicado para el gobierno son las denuncias de corrupción contra el Ministerio de Deporte dado que es el principal responsable de la organización del Mundial de Fútbol 2014. La FIFA incluso llegó a interrumpir el diálogo con el Ministro del área que terminó declinando su cargo. Existe la sospecha de que esos casos se aceleraron con alguna complicidad oficial debido a que buena parte de los funcionarios involucrados también estuvieron vinculados al gobierno del antecesor de Rousseff. Pese a que sus ministros renunciaron por presuntas irregularidades dentro de la administración pública, Rousseff no se vio perjudicada políticamente. En encuesta realizada por el Instituto Brasileño de Opinión Pública y Estadística (Ibope), a inicios de diciembre, y encomendada por la Confederación Nacional de la Industria (CNI), el 72 por ciento de los brasileños calificó de excelente o bueno el trabajo de Rousseff. La aprobación ciudadana a la tarea presidencial, de acuerdo a la visión de los analistas, obedece al cumplimiento de buena parte de sus promesas de campaña, pero también ese resultado es un reconocimiento su capacidad para sortear una serie de obstáculos político-institucionales consolidando la mayoría parlamentaria, logrando una buena convivencia tanto entre los gobiernos estaduales y el federal, así como también entre los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Una reforma de la Ley Electoral y de Partidos Políticos que actualmente margina el rol de los partidos y fomenta los personalismos sería importante para combatir las causas de la corrupción. Hoy prácticamente no existe dentro de los partidos un debate programático y muchos de ellos ni siquiera adhieren en forma creíble y sostenida en el tiempo a una determinada corriente política. También es habitual que los políticos cambien de partido varias veces a lo largo de su carrera. No existe una barrera electoral. Esto hace que actualmente haya representados en el Congreso Nacional 28 partidos lo que exige un gran esfuerzo de negociación para obtener las mayorías necesarias para aprobar cualquier ley importante. En el pasado esta situación llevó a que en más de una oportunidad sencillamente se denunciara la “compra” de votos para obtener esa mayoría. La reforma de la Ley Electoral y de Partidos Políticos viene discutiéndose en el Congreso hace décadas y recobró protagonismo a comienzos de 2011. En febrero inició su labor una Comisión Parlamentaria Especial cuya función era la elaboración de proyectos de ley para la reforma política que permitiera generar los consensos necesarios. Hacia fines de septiembre ingresaron los primeros proyectos en el Congreso. Para que la reforma pudiera estar vigente para las elecciones municipales de 2012 la reforma debería haber sido sancionada antes del 7 de octubre de 2011, esto es con un año de anticipación a la fecha electoral, un objetivo poco realista desde un comienzo. Los partidos continúan, incluso dentro de la alianza oficialista, enfrascados en discusiones sobre las modalidades electorales, las formas de financiamiento público de los partidos, la introducción de una posible cláusula de barrera electoral, la duración de los mandatos y la posibilidad de reelección de senadores, entre otros puntos de una reforma política necesaria e inconclusa. De acuerdo con los expertos, los casos de corrupción que se han destapado en el gabinete ministerial de Dilma Rousseff son también el resultado de un movimiento desacertado en el interior de la coalición del Gobierno que integran más de 16 partidos, todos afines al PT. Ha habido una repartición desequilibrada de las fuerzas políticas para cada uno de los ministerios. Más o menos la mitad de todos los ministerios están con personas directamente ligadas al PT. En una coalición de muchos partidos quedaba poco espacio para otros partidos y para sus dirigentes. En la Dimensión IV sus dos sub dimensiones tuvieron un diferente comportamiento: la Subdimensión Social presenta una puntuación inferior a la obtenida en el 2011 (gráfico 3.14); mientras que la Sub dimensión económica presenta un leve crecimiento. Continúa en descenso la Mortalidad Infantil, marcando un importante avance del sistema de salud brasileño. Sin embargo, el resto de los indicadores que componen la sub-dimensión presentan retrocesos, salvo el que mide el Gasto en Educación, que se ha mantenido estable. Pese a una caída de casi un 20% en esta sub dimensión, Brasil logra mantenerse en el ranking regional en la misma ubicación que ocupaba en el 2011 (5º lugar). El valor obtenido en su “Capacidad para generar políticas que aseguren bienestar” continúa ubicándose 0,928 puntos por encima del promedio regional. Dilma Rousseff aseguró, tras ganar las elecciones, que cumpliría las promesas de campaña, lo cual ratificó el 1 de enero de 2011 cuando asumió la primera magistratura. Sólo 34 días después, presentó el primer gran programa social de su gobierno, La salud no tiene precio, una iniciativa que distribuye de manera gratuita medicamentos para la hipertensión y la diabetes, dos de las enfermedades que más afectan a los brasileños.
En marzo, con motivo del Día Internacional de la Mujer, la presidente presentó un conjunto de proyectos que A principios de junio se presentó el principal proyecto social del gobierno Rousseff: Brasil sin Miseria, segunda etapa, con el cual asumió el reto de eliminar la pobreza extrema antes de concluir su mandato en 2014. El primer gran desafío consiste en localizar, registrar e incluir en los programas sociales del gobierno federal a los 16 millones 200 mil brasileños que aún viven en la miseria, según el diagnóstico oficial. A finales de año, Rousseff anunció que habían registrado ya 407.000 familias en condiciones de extrema pobreza. De ellas, 325.000 estaban ya incorporadas al programa Bolsa Familia, que distribuye renta entre núcleos pobres a cambio del cumplimiento de ciertos compromisos como la asistencia escolar de los hijos, y ratificó su compromiso: “No descansaremos hasta alcanzar nuestra meta de sacar 16 millones de personas de la miseria. El Brasil que estamos construyendo no es solo para algunos, porque él solo es grande y fuerte, si es para los 190 millones de brasileños y brasileñas”, sostuvo. Durante el año fueron presentados otros programas destinados a favorecer a los emprendedores individuales, a los trabajadores agrícolas y a los jóvenes para elevar su formación profesional, lo que incluye 101 mil becas para estudiar en las mejores universidades del mundo. La Sub dimensión Económica, evidencia un incremento levemente mayor con respecto a la medición 2011 (Gráfico 3.14). En este caso, esa tendencia positiva logra que Brasil cambie de posición en el ranking llegando al 6º lugar y mejorando un lugar con respecto al 2011. Este es el séptimo año continuo en que el país supera el promedio de la Región y obtiene el mejor valor de la serie histórica. Casi todos los indicadores presentan mejoras, salvo las variables de brecha de ingreso y de PIB per cápita. Un gran desafío político es la desigualdad distributiva. Si bien un informe publicado en 2011 por la OCDE indica que el país se encuentra bien encaminado en sus esfuerzos por reducir la brecha y la desigualdad distributivas, Brasil sigue presentando uno de los Coeficientes de Gini más altos en el mundo. El sur del país, sobre todo el Estado de San Pablo, que constituye el motor económico de Brasil, está geográfica, mental y conceptualmente muy alejado de la región norte y noreste del país que presenta un nivel de evolución propio de otro país, más pobre. También dentro de las grandes ciudades la enorme brecha entre pobres y ricos es evidente y perceptible. crecimiento a un 3% en 2011. El natural interés de las empresas por el tamaño del mercado brasileño se ha incrementado ante los próximos eventos claves en el país, en especial la mencionada celebración del Mundial de Fútbol 2014 y los Juegos Olímpicos 2016.
La popularidad de la presidente no se vio menguada por el agravamiento de la crisis financiera a mitad de año, que obligó al gobierno a adoptar una serie de medidas para disminuir los efectos de la coyuntura adversa que presentaban Europa y Estados Unidos, provocando un estancamiento en el ritmo de crecimiento de la economía brasileña. De ahí que a finales de año Rousseff decidiera nuevas medidas para impulsar la expansión económica. Gracias a todo lo actuado, Brasil concluyó el 2011 con un crecimiento positivo, frente al comportamiento negativo que presentaba buena parte de las principales economías del mundo. No obstante, la economía brasileña que había crecido un 7,5% en 2010, redujo su ritmo de En el gobierno se ha logrado una mejor comunicación entre el Ministerio de Economía y el Banco Central (BC) que en el gobierno anterior, lo que ha supuesto una mejor coordinación de las políticas fiscal y monetaria. La autoridad monetaria ha estado condicionando su estrategia de fijación de los tipos de interés al desempeño de la política fiscal. La moderada expansión de la economía brasileña durante el primer año de gobierno de Dilma Rousseff reafirma los temores acerca del impacto sobre los mercados emergentes más dinámicos, como China -uno de los principales socios comerciales de Brasil-, de la crisis de la deuda en Europa y la lenta recuperación de Estados Unidos. Las exportaciones agrícolas -en gran parte, a Asia-, y el consumo en el mercado interno evitaron que Brasil cayese en una recesión en el segundo semestre. El sector más afectado por la crisis fue la industria, que, debido a la sobrevalorización del real, encareció sus costos y la volvió menos competitiva. "No contábamos con el agravamiento de la crisis en el segundo semestre", reconoció el ministro de Economía, Guido Mantega, quien señaló también que el ajuste de unos US$ 30.000 millones en el gasto público y otras medidas tomadas con el objetivo de reducir la inflación -del 6,5%- enfriaron la economía. Hacia fines del 2011, el Gobierno empezó a implementar incentivos tributarios para ayudar a distintos sectores industriales, mientras que ha elevado los costos para la importación de varios productos, en medio de críticas de proteccionismo. |
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