IDD-Lat 2004
Prólogo
La Democracia es un bien social, mejor o peor cuidado, que debe ser fortalecido por dirigentes y ciudadanos El siglo XXI se ha iniciado en Latinoamérica con un pronunciado déficit democrático, quizá porque, como asegura Ramón Guillermo Aveledo, “es mucho más fácil hablar de democracia que construir democracia”, y ha llegado para los dirigentes latinoamericanos el tiempo de abandonar las palabras para pasar a los hechos. Después de dos décadas de notables transformaciones nacionales, y en un contexto de acelerados cambios internacionales, el peso de las crisis en importantes países de la región ha puesto en alerta a todo el sistema democrático latinoamericano. La tendencia a la personalización de la política, en el contexto de instituciones presidencialistas, que ha caracterizado el momento previo de las crisis político-institucionales en países latinoamericanos, fue resultado del desorden que, en general, caracterizó el retorno a la democracia en la región. La demanda social de orden subsiguiente, se tradujo en un apoyo delegativo a presidentes elegidos, en muchos casos, en circunstancias de crisis, en los que se depositó una fe incondicionada, aceptando los costos de las reformas e incluso en algunos casos excesos en desmedro de las propias instituciones democráticas o fuertes indicios de corrupción. También la tradición clientelar o populista en varios países ha tenido su peso, tanto a la hora de explicar la delegación en las figuras carismáticas de los presidentes, como a la de dar cuenta de la exclusiva valoración de la democracia por los resultados. Por otra parte, el “acoso de factores externos” a las débiles economías latinoamericanas, muy necesitadas de flujos de capitales, no ha cesado desde que se iniciaran las “explosiones encadenadas”, desde mediados de la década pasada, con el “tequila”, la crisis asiática, la crisis rusa, la devaluación brasileña y, finalmente, el estallido de la economía argentina. Se destaca de los resultados económicos analizados en nuestro IDD-Lat 2004, que se confirma la pérdida de grados de libertad de las autoridades para manejar la coyuntura económica. En parte, la menor autonomía de la política económica se debe al cuadro externo más restrictivo, aunque también responde a los desequilibrios acumulados en los años de mayor holgura. Adicionalmente, y también como producto de frustraciones acumuladas, el régimen político, las instituciones y sus actores se enfrentan a un incesante acoso por parte de múltiples fuerzas y factores internos y externos. Si bien el desarrollo político era indispensable, no se mostró todavía suficiente para asegurar la estabilidad política en buena parte de la región. Concurrentemente, la realidad regional muestra que, aunque en grado diverso, los países presentan importantes limitaciones y carencias, y por tanto desafíos, en materia económica y social, cuya persistencia y en algunos casos agravamiento, ha tornado precaria la vida democrática y amenaza la estabilidad y la gobernabilidad en algunos países. En esos casos, el desencanto con la política, agrava un círculo vicioso: apatía, alejamiento respecto de la política y sus instituciones representativas, y pérdida de confianza en ella como mecanismo de resolución de los asuntos de interés público. Pese a ello, el proceso democratizador ha seguido adelante. Aun con sus deficiencias y limitaciones, ha sido largamente demostrado que la democracia es el mejor sistema político que existe, y si bien en sí misma no garantiza mayor justicia social, crecimiento económico más rápido o mayor estabilidad social y política, los vínculos entre democracia y desarrollo humano generan un “círculo virtuoso” que optimiza la organización social, aunque todavía en nuestra región, faltan caminos por recorrer para que ello sea evidente para todos. Sostenemos que, aunque hasta ahora con insatisfacción, los ciudadanos latinoamericanos han incrementado su “convicción democrática” y que existe una búsqueda en los procesos electorales de nuevas capas de dirigentes con capacidad para consolidar la democracia por vía de una elevación de la calidad de vida de sus pueblos. Mucho se ha hablado, en los medios políticos e institucionales latinoamericanos y a propósito de la crisis en varios países, de los resultados de las encuestas sobre la democracia. En particular, los resultados de Latinobarómetro (1995-2003), en las que los adeptos a la democracia promediaron un 59 por ciento de apoyo, salvo en 2001, un año crítico, en el que cayó al 48 por ciento. El mal uso de los datos de esas encuestas, ha llevado a muchos analistas e incluso a algunos organismos internacionales a advertir sobre la volatilidad y los riesgos que enfrenta la democracia latinoamericana. Marta Lagos, titular de Latinobarómetro, debió advertir que las cifras de disconformidad con la democracia no necesariamente indican renegar de ella, al señalar: "Esto tiende a indicar una sana reacción de los demócratas, que piden cambios en las sociedades en transición, como las de la Argentina, México y Zimbabwe, y demuestra que tener una gran cantidad de demócratas insatisfechos es parte del proceso democrático y no constituye, necesariamente, una señal de alarma. La democracia, es un sistema ideal, sujeto a turbulencias y aspiraciones, que necesita largos períodos de desarrollo, como sucedió en Europa y Estados Unidos”. Este nuevo siglo, que se preanuncia tormentoso y marcado por una ascendente globalización, requiere de más democratización: probablemente ella sea el único antídoto capaz de generar condiciones de desarrollo con equidad. Obviamente, para ello, es necesario redoblar el esfuerzo para lograr un mayor desarrollo democrático. En nuestra función de resaltar los aspectos marcadamente negativos de algunas situaciones, y para evitarlas, destacamos que: Þ      La participación electoral ha tenido una nueva caída del orden del 2% promedio en los países en los que hubo elecciones, como expresión del desapego hacia la política. Þ      Los valores del indicador de percepción de la corrupción - se mantienen altos aunque en valores similares - y no han disminuido como todos esperamos en respuesta a la necesidad de que la transparencia sea una bandera de la dirigencia de la democracia latinoamericana. Þ      Se incrementa la fragmentación política en los congresos. Þ      Se incrementó el número de países con crisis resueltas mediante “mecanismos de anormalidad democrática”. Por otra parte, es llamativo -aunque totalmente coherente con los principios de funcionamiento del sistema democrático- que en los países con mayores problemas institucionales, el sistema de partidos se encuentre debilitado o fuertemente viciado, y la credibilidad del Congreso, de otras instituciones democráticas y de los políticos –grupal o individualmente considerados– se haya erosionado. Pero es también destacable que, en los países con mejor desempeño, se observan partidos con un funcionamiento aceptable tanto a nivel institucional como en lo relativo a su democracia interna; lo que constituye la mejor demostración empírica de que la calidad y el respeto ciudadano hacia las instituciones de la democracia son activos sociales que no deben ser descuidados y, por el contrario, necesitan ser protegidos y fortalecidos por todos los actores de la democracia, particularmente por los dirigentes, los medios de comunicación y los ciudadanos. Esa crisis institucional, en particular la de los partidos - a los que se discute su capacidad de representación y su responsabilidad en la dilución de la esperanza en la búsqueda de un acceso digno a los derechos inalienables de alimentación, vestido, vivienda, educación y salud - ha potenciado dos procesos opuestos: por un lado, la frustración de la participación partidaria que ha llevado a la desaparición operativa de los canales de expresión; la gente ha comenzado a manifestarse sin intermediación -y sin organización-; junto a la creciente desconfianza hacia otras organizaciones de articulación e intermediación de demandas sociales como el sindicalismo, que también sufre un profundo descrédito. Pero paradójicamente el nivel de desesperación de la gente, la realidad de la desocupación, que lanza a la calle multitudes con necesidades básicas insatisfechas, sin contención institucional, y con todo el tiempo del mundo, ha generado altos niveles de participación y protesta, manifestada en forma directa y ciertamente caótica. Los países en crisis enfrentan una encrucijada, donde contrasta el alto nivel de libertades formales con la evidente incapacidad del estado para asegurar el beneficio que las mismas confieren, ya que en muchos países de la región la consagración legal de las libertades, como dijéramos en nuestro informe del año pasado, ha antecedido las capacidades del estado para preservarlas y asegurarlas. Hemos introducido este año algunas modificaciones metodológicas tendientes a cubrir cuestiones trascendentes que hasta ahora, por falta de datos, habíamos decidido no incorporar, entre ellas, mejores indicadores de auditoría legal y política, y de auditoría social. Particularmente importante nos parece la incorporación del indicador de Inseguridad como limitante de derechos y libertades, que nos permite medir un aspecto altamente sensible de la democracia actual, al registrar cómo la inseguridad en la que viven los ciudadanos afecta en calidad y cantidad el ejercicio de sus derechos y libertades. En cumplimiento de nuestra intención de cubrir todo el territorio latinoamericano, el IDD-Lat 2004 incluye por primera vez a República Dominicana, dado que en esta medición fue posible unificar los datos necesarios para caracterizar cada una de las cuatro dimensiones del índice, y hacer posible la comparación con el resto de los países. No podemos dejar de señalar que la inclusión de Cuba no es posible dado que están ausentes los requisitos de la democracia formal: elecciones libres, sufragio universal y participación plena (Dimensión I del IDD-Lat), es decir, no hay democracia. Queremos finalizar esta introducción destacando algunos signos muy alentadores: Þ      A pesar de las crisis, los países de la región siguen buscando caminos sin un regreso al autoritarismo y al militarismo, sosteniendo –aun en niveles precarios en algunos casos- sus instituciones democráticas. Þ      Las ciudadanas y los ciudadanos empiezan a distinguir entre la democracia como sistema de gobierno y el desempeño de los gobernantes en particular. Muchos de estos ciudadanos son simplemente “demócratas insatisfechos”, un fenómeno bien conocido en muchas democracias establecidas. Esa insatisfacción se manifiesta también en la adhesión hacia líderes populistas que se presentan como ajenos al poder tradicional y que prometen perspectivas innovadoras. Þ      La ciudadanía empieza a diferenciar cada vez más entre las distintas instituciones a la hora de identificar responsables, aunque a veces no lo haga con total justicia. Mientras los cuerpos legislativos y los partidos políticos, en los países de menor desarrollo democrático, reciben escaso apoyo de menos de un cuarto de la población, el Poder Judicial, el Ejecutivo y los servicios de seguridad muestran una imagen algo mejor. Es importante destacar la responsabilidad que en esta tarea de esclarecimiento acerca de la eficacia y la eficiencia institucional tienen hoy los medios de comunicación, que en los países con mayor nivel de crisis suelen presentar muchas veces un funcionamiento faccioso, parcial e interesado, que poco ayuda a la generación de consensos y al respaldo de las instituciones. Es posible intentar un “trazo grueso” acerca del “camino” seguido por los países con mejor desarrollo democrático: ü       Respeto y fortalecimiento de las instituciones democráticas ü       Fortaleza de los partidos políticos ü       Baja corrupción ü       Políticas sin estridencias, sostenidas en el largo plazo. Esperamos y creemos que estos caminos alentadores de algunos países de la región se extenderán, con el tiempo, sembrando mejor democracia y mejor calidad de vida en la región. Seguimos apostando a contribuir en ese proceso.                          Hans Blomeier                                            Jorge Arias               Fundación Konrad Adenauer                                   Polilat.com  
 
[1]  AVELEDO, Ramón Guillermo, ex presidente de la Cámara de Diputados de Venezuela
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